Política Nacional
Posesión de armas: Más riesgo de violencia que defensa propia
A pesar de la creencia generalizada de que las armas de fuego se usan principalmente para la autodefensa, un nuevo estudio de Rutgers Health revela una realidad impactante: la mayoría de los propietarios de armas nunca las usan defensivamente, y son mucho más propensos a experimentar violencia armada en primera persona.
Un estudio reciente de Rutgers Health cuestiona la percepción común de que la posesión de armas de fuego conduce frecuentemente a la autodefensa. El estudio, que analizó datos de más de 8,000 adultos, revela que el uso defensivo de armas de fuego es sorprendentemente raro, con menos del 1% de los propietarios de armas de fuego que informan haber usado un arma para la autodefensa en un año determinado. En cambio, los adultos con acceso a armas de fuego son mucho más propensos a experimentar violencia con armas de fuego en otras formas.
El estudio de Rutgers Health, realizado por el Centro de Investigación sobre la Violencia Armada de Nueva Jersey, desafía la percepción común de que la posesión de armas de fuego conduce con frecuencia a la autodefensa exitosa. En cambio, la investigación revela una cruda realidad: las personas con acceso a armas de fuego son mucho más propensas a experimentar violencia armada en diversas formas que a utilizar sus armas defensivamente. Este hallazgo cambia fundamentalmente la narrativa en torno a la posesión de armas de fuego y su impacto en la seguridad pública, lo que sugiere la necesidad de reevaluar las políticas basadas en la prevalencia del daño en lugar de la rareza del uso defensivo.
El núcleo de los hallazgos del estudio gira en torno a la naturaleza infrecuente del uso defensivo de armas de fuego. Los datos recopilados de una muestra representativa a nivel nacional de 8.000 adultos en mayo de 2024 demostraron que un asombroso 92% de los propietarios de armas de fuego informaron nunca haber usado sus armas para la autodefensa. Además, solo un minúsculo 1% indicó que había usado un arma de fuego defensivamente en el año anterior. Esta estadística subraya el punto de que la noción de que los propietarios de armas de fuego salvan vidas o protegen a sus seres queridos de forma rutinaria a través de la acción defensiva no está respaldada por evidencia empírica. Como afirmó Michael Anestis, autor principal del estudio y director ejecutivo del Centro de Investigación sobre la Violencia Armada de Nueva Jersey, “No es que el uso defensivo de armas de fuego nunca ocurra, pero la idea de que los propietarios de armas de fuego salvan rutinariamente sus propias vidas o las de sus seres queridos usando un arma de fuego en defensa propia simplemente no está respaldada por los datos”.
Más allá de la rareza del uso defensivo, el estudio destaca la exposición generalizada de los propietarios de armas de fuego a la violencia armada. La investigación reveló que más de un tercio (34,4%) de los encuestados conocía a alguien que había muerto por suicidio con arma de fuego. En el último año, un significativo 32,7% informó haber escuchado disparos en su vecindario. Si bien solo el 2,1% de la muestra indicó que les habían disparado, esto aún representa un nivel preocupante de exposición. Estos datos pintan una imagen de los propietarios de armas de fuego integrados en entornos donde la violencia armada es una amenaza tangible y recurrente, en lugar de actuar principalmente como protectores contra ella.
Curiosamente, el estudio profundizó en las circunstancias que rodearon los casos de uso defensivo de armas de fuego, revelando una correlación entre la victimización previa y la probabilidad de participar en tales acciones. Un sorprendente 59,5% de todos los casos de uso defensivo de armas de fuego, donde un individuo disparó contra una amenaza percibida, ocurrió entre aquellos que habían sido previamente baleados. Este hallazgo sugiere que las personas que ya han experimentado violencia armada son más propensas a percibir amenazas y responder con armas de fuego, potencialmente impulsadas por una mayor sensación de vulnerabilidad y un deseo de autoprotección. Sin embargo, los investigadores advierten contra la suposición de que cada amenaza percibida es un peligro genuino y que un arma de fuego es siempre la respuesta apropiada o necesaria.
El estudio también exploró los factores que aumentaron la probabilidad de participar en el uso defensivo de armas de fuego. Los investigadores encontraron que las personas que portan armas de fuego con más frecuencia y que tienden a guardarlas cargadas y sin seguro tenían más probabilidades de indicar que habían participado en al menos una forma de uso defensivo de armas de fuego. Esto resalta el papel de la accesibilidad y la preparación en la configuración de las respuestas a las amenazas percibidas. Sin embargo, también plantea preocupaciones sobre el potencial de daño accidental o uso indebido, especialmente en hogares con niños o personas con problemas de salud mental.
En última instancia, el estudio de Rutgers Health obliga a una reevaluación crítica de la narrativa en torno a la posesión de armas de fuego y la autodefensa. Los datos demuestran claramente que los beneficios del uso defensivo de armas de fuego son extremadamente raros, mientras que los riesgos de exposición a la violencia armada son significativamente más frecuentes. Anestis enfatiza la necesidad de que las decisiones políticas prioricen la reducción de la violencia armada en general, en lugar de depender de la promesa infundada de la autoprotección basada en armas de fuego. Concluye: “Cuando consideramos las políticas, debemos sopesar más los daños que ocurren con frecuencia, no los casos de defensa que rara vez ocurren”.
El estudio de Rutgers Health muestra que el uso defensivo de armas de fuego es notablemente raro, con menos del 1% de los propietarios de armas utilizándolas anualmente para defensa. Por el contrario, los adultos con acceso a armas de fuego son significativamente más propensos a experimentar violencia con armas, como escuchar disparos o conocer a alguien que murió por suicidio con arma de fuego. Los datos desafían la narrativa común de la posesión de armas como un medio rutinario de defensa personal y subrayan la necesidad de priorizar las estrategias de reducción de daños sobre los casos poco frecuentes de uso defensivo de armas.